Él caminaba rápidamente
por las oscuras calles de Nueva York intentando calmar las ansias de ella,
pensar en estar nuevamente en ese lugar hacia que todos sus sentidos estuvieran
alertas, su polla palpitaba dolorosamente, sus manos sudaban y su respiración
cada vez era más acelerada, tomo un par de bocanadas de aire pero esto no
servía para nada ya, cada vez su deseo era mayor, sus ansias de enterrarse en
ese pequeño y dulce coño eran abrumadoras, se recargo contra una pared
oscurecida por el paso del tiempo y se dejo caer en el suelo, no sabia que
hacer, deseaba dar la vuelta, volver a casa, donde su mujer y sus pequeños lo esperan
ansiosos para la cena del viernes pero no tenia el valor suficiente para
dejarla esperando a pesar de que él era el “amo”, la verdad es que ella lo
controlaba con solo una mirada de esos ojos ambarinos que lo traían
completamente loco, lleno de dolor y frustración por su debilidad se levanto,
siguió su camino con las manos en puños, prácticamente corriendo llego a ese
lujoso apartamento frente al Central Park donde tres veces a la semana se
encontraba con ella.
Entro ignorándola
totalmente arrodillada frente a la puerta principal en esa posición de sumisión
total que a él le encantaba ver en sus mujeres pero esta ves eso tan solo
sirvió para elevar su enojo, boto su chaqueta en el primer sillón que encontró
y camino hacia el bar, necesitada un poco de alcohol en su sistema que lo
ayudara a controlar todas sus emociones, ella estaba allí esperando paciente el
momento en que él decidiera tomarla, podrían pasar horas pero no se movería,
camino lentamente hacia ella como acechando a su presa cosa que así era, se
sentía como un tigre enjaulado y eso no seria nada bueno para ninguno de los
dos, tenía que calmarse, debía hacerlo antes de que cometiera una estupidez y
hay si todo se fuera al carajo. Se sentó en una silla frente a ella,
simplemente observándola, recorriendo con su vista sus pequeñas curvas, esa
espalda delicada, su cintura bien formada, sus caderas estrechas y ese culito
respingón que con solo verlo lo ponía duro, Alan se froto las sienes lentamente
no entendía en que momento el juego había cambiado tan drásticamente, todo iba
tan bien hasta que esa bella mujer se metió no solo en su cama si no en su
corazón, se bebió el ultimo sorbo de su trago lleno de rabia y alejo esos
absurdos pensamientos de su mente, ellos tan solo eran “amo – sumisa” nada más.
Alan se levantó
bruscamente tomando el brazo de la pequeña Anne y levantándola para quedar
frente a frente aunque siendo sinceros él le sacaba dos cabezas a pesar de los
tacones de vértigo que ella tenia puestos, repaso su cuerpo una vez más y no
pudo evitar dejar salir un gruñido bajo, esa jodida ropa de encaje era una
invitación a pecar y perderse en su cuerpo una y otra vez, paso sus vista por
su rostro tan hermoso y lleno de vida digno de una jovencita de 22 años como lo
era ella, sus ojos demostraban tanta admiración y amor que aparto su atención
de ellos rápidamente negándose a reconocer ese sentimiento.
-Ve
a la habitación, espérame tendida en la cama – no
supo que más decir o hacer y ella contesto con un asentimiento y un suave “si
amo”, la vio partir, caminaba lentamente con ese vaivén de caderas tan sexy que
solo ella poseía, tomo su cabeza con ganas de arrancarla y poder escapar de
todo este lío que era ahora su vida, la perdió de vista cuando entro al cuarto
y él prácticamente corrió en busca de otro trago, se lo bebió rápidamente sin
importarle el ardor de su garganta, dejo la copa sobre la encimera y camino
lentamente despojándose de su camisa por el camino, al llegar a la puerta del
cuarto pudo apreciar su bello cuerpo, admiro sus senos firmes subiendo y
bajando gracias a su respiración acelerada, sin esperar a mas entro a la
habitación, maldiciéndose por su falta de cordura y control, pero a su vez
estaba lleno de excitación y adrenalina por poseer su cuerpo, alma y mente una
vez más.
-Cierra
los ojos y quédate muy quieta, no quiero un solo movimiento y mucho menos
sonidos- camino hasta el armario donde estaban todos sus “juguetes”, tomando una
gran bocanada de aire tomo unas cuantas tiras de seda negra y otras cuantas
cosas que le servirían para enloquecerla poco a poco, soltando un suave suspiro
se llenó de determinación, este era su verdadero yo, él hombre que amaba
amarrar y amordazar a su mujer hasta llevarla al éxtasis total, no podía pensar
en la última vez que el disfruto el sexo normal y aburrido que tenía con su
mujer, ni siquiera recordó la última vez que sintió pasión o deseo por ella, la
verdad siempre supo que a pesar de ser bella nunca lo podría satisfacer por
completo, esas depravaciones y atrocidades como ella las llamaba nunca serian
hechas en su alcoba.
Alan alejo esos
pensamientos inmediatamente de su cabeza y decidió solo concentrarse en la
bella mujer que estaba en esa cama tan dispuesta y paciente, se colocó sobre su
cuerpo sintiendo el calor que ella emanaba, tomo una de sus delicadas manos y
dejando varios besos húmedos por su brazo la ato a la cama, hizo lo mismo con
cada una de sus piernas y el brazo que faltaba, él estaba como una puñetera
moto solo de verla hay amarrada, podría jurar que el olor de su excitación ya llegaba
hasta su nariz, llamándolo, necesitaba probarla, quería sentir su sabor una vez
más pero él debía esperar, todo esto era para ella y su placer, nada más, se
quitó lentamente de su cuerpo y pudo ver como ella hacia el intento de abrir
sus ojos, chasqueo su lengua tomando una fina pañoleta del armario y la puso en
sus ojos, su miembro dio una fuerte sacudida dentro de sus pantalones al ver la
imagen tan erótica que tenía frente a él, su piel blanca bañada por la luz de
la luna era algo perfecto, la suave seda rodeando cada una de sus extremidades
impidiendo su movimiento era algo tan bello como tormentoso, nunca en sus años
de vida había visto mujer como ella, Anne era todo y más de lo que nunca
imagino, el día que la conoció sabía que ella era alguien sin igual, sus
sonrojos y esa forma de ser como una niña traviesa ávida de conocimiento lo
llevo a acercarse a ella, nunca en sus años como abogado vio a una joven tan
comprometida con su trabajo, él se encargó de enseñarle y guiarla en el bufet
que trabajaban, no fue fácil y menos por lo terca que siempre fue, pero poco a
poco ella comprendió cual era la esencia de ese trabajo y a pasos agigantados
fue sobresaliendo cada día más, lo que nunca cruzo por su mente es que ella
llegara a ser la otra mitad de su alma, la mujer que lograría dominar ese ser
salvaje y pasional que tenía dentro de él, nunca en sus años como Dom se había
topado con un ser como ella, que a pesar de conocer todas sus facetas no le
temiera, no pudo evitar sonreír al recordar cómo se sintió después de tomarla
por primera vez, fue como una explosión que lleno de vida cada rincón de su
cuerpo, ahora viéndola ahí sobre esas sabanas negras solo quería tomarla y
quedarse enterrado en ella para siempre.
Camino lentamente
absorbiendo esa imagen hasta quedar junto a la cama, se sentó allí y él sabía
que ella lo sentía porque su respiración era cada vez más acelerada, paso sus
manos por su abdomen hasta el comienzo de sus pechos pero sin tocar más allá,
le gustaba hacerla esperar tentarla poco a poco con sus caricias, luego de un
rato repartiendo suaves caricias por su cuerpo su polla pedía algo de acción
así que sin poder esperar más por el deseo de ver eso que el pequeño encaje
escondía tomo unas tijeras de la mesa de noche y procedió a cortar las finas
tiras de su sujetador dejando al descubierto esos bellos pechos que tanto
disfrutaba, sin esperar a mas se lanzó a ellos como un poseso, tener esas
suaves cumbres en su boca era como comer el más delicioso dulce jamás creado,
él se entretuvo con cada una de sus cumbres hasta dejarlas completamente llenas
de su saliva y pidiendo por más atenciones, lentamente saco unas pequeñas
pinzas del bolsillo de su pantalón, tomo un pezón en su boca halándolo antes de
aprisionarlo, ella soltó un grito ahogado pero no pudo ni respirar cuando su
otro pezón se vio bajo la misma prisión.
-shhhh
nena ya pasara, respira lentamente- Alan
no pudo aguantar más y en un santiamén se deshizo de sus pantalones y ese
maldito slip que aprisionaba su miembro casi dolorosamente, ya estado
completamente desnudo no pudo evitar pasar su mano por su erección mientras
contemplaba a su bella sumisa, sin esperar a más se acomodó de tal forma que su
erección quedara frente a la boca de ella, dio dos suaves golpes en esos labios
rojos y ella abrió esa linda boquita permitiendo que su miembro entrara en
ella, sin más ordenes comenzó a succionarlo como solo ella podía hacer, enterró
las manos en su cabello y la guio marcando el ritmo, rápido, certero y
efectivo, cada vez que su miembro entraba ella lo succionaba y cuando salía
dejaba un reguero de lametazos en su largura, de vez en cuando el alargaba su
mano y halaba un poco la cadena que unía ese par de pinzas que atormentaban sus
senos, sin avisar el salió de su boca y ella tan solo hizo un sonidito de
protesta que tan solo ignoro, se movió lentamente hasta llegar a su centro
cubierto por su muy empapada tanga, paso sus dedos sobre ella tan solo para
confirmar lo que sus ojos ya habían visto, sin esperar a más rasgo esa
indecente prenda y llevo su boca hasta su sexo lamiendo todo lo que su cuerpo
le daba, el sabor de su excitación era algo magnifico, tan dulce como ella,
podría durar horas allí tan solo lamiéndola, pero por ahora ese no sería el
caso, él sabía bien que ella estaba al borde, unas cuantas lamidas más y toda
su esencia estaría en su boca pero aún no era momento, quería que el deseo
creciera y creciera, así que se apartó de ella y tomo una pequeña bala
vibratoria que había comprado hace tan solo un par de días, moría de ganas por ver
como ese pequeño objeto elevaría el placer de su mujer lentamente.
-Vamos
abre tu boquita y lame esto- ella atendió sus órdenes rápidamente y
comenzó a lamer el juguete con gula, incitándolo, porque esos movimientos era
los mismos que usaba en su pene, con una orden ella saco la bala de su boca e
inmediatamente el comenzó a acariciar su botón, las sensaciones se reflejaban
en su cara, las suaves vibraciones sobre su clítoris la ayudaban a excitarse
aún más si es que era posible, cuando más humedad comenzó a brotar de su
interior introdujo el pequeño artefacto en ella aumentando gradualmente la
intensidad, ella mordía sus labios con fuerza así que él se acercó a su oído
dejando un suave lametazo antes de susurrarle suavemente con su voz ronca y
llena de deseo.
–Pequeña
mía déjame escuchar esos sexys gemidos que solo tú puedes hacer, vamos complace
a tu amo- todo lo que vino a continuación fue algo magnifico, los gemidos y
grititos que ella pegaba eran sublimes, su cuerpo sabía que debía controlarse y
lo hacía con una fuerza de voluntad maravillosa aguantando su clímax una y otra
vez, las bolas de Alan pedían su liberación, ver el placer-sufrimiento de su
pequeña era el mejor afrodisiaco, sus caderas subían y bajaban, sus muslos
brillantes por su humedad lo llamaban así que sin esperar más saco la pequeña
bala dejándola aún lado y entro en ella, su humedad era tanta que no tuvo
problema alguna para irrumpir en su suave, húmedo y caliente canal, estirándose
un poco soltó las ataduras de sus piernas e hizo que lo abrazara con ellas, sus
embistes eran rudos, sabía bien que ninguno de los dos aguantaría mucho, todo
el deseo acumulado en solo un par de días era monumental, tener esa puñetera
erección latente casi todo el día lo tenía al borde de la locura y eso sin contar
con todas sus culpas y remordimientos por seguir siendo infiel a su esposa,
cerró los ojos con fuerza y desplazo de su mente todo pensamiento que no fuera
acerca de su pequeña y entregada Anne, sus embistes eran cada vez más rudos y
necesitados quería correrse llenarla con su simiente y que ella cubriera su
duro falo con su esencia, que lo marcara como suyo una vez más.
-Vamos
Anne córrete conmigo, dámelo todo nena quiero sentir tu dulce esencia sobre mi
polla- sus palabras fueron el detonante para el orgasmo de ella y el suyo
propio cada uno soltó el nombre del otro y sus bolas se vaciaron completamente
en el interior de ella, marcándola, llenándola porque si ella era suya y
solamente suya, se quedó arrodillado frente a ella respirando agitado, hizo que
soltara lentamente sus piernas de su cadera y se movió sobre su cuerpo para
soltar sus rosados pezones, primero uno, lo lamio y chupo para que su
circulación fluyera normal una vez más, luego hizo lo mismo con el otro, ella
gimió suavemente por la molestia que él calmo inmediatamente con su boca, sus
cuerpos estaban sudorosos, el olor a sexo los rodeaba completamente y la
sonrisa que los dos tenían era algo único, luego de un rato el desato sus
brazos y los acaricio suavemente con mimo, por ultimo saco la tela que cubría
sus ojos, ella poco a poco fue abriéndolos acostumbrándose a la tenue luz, sin
poder esperar más los dos se lanzaron uno al otro juntando sus bocas en un beso
rudo, lleno de pasión y deseo, sus lenguas empezaron una batalla que ninguno ganaría,
sus cuerpos se juntaron de nuevo de tal forma que nadie podría saber dónde
terminada uno y comenzaba el otro, poco a poco su beso se fue convirtiendo en
algo más lento, solo se saboreaban se hacían el amor lenta y dulcemente con sus
bocas, se separaron casi rayando en la pereza de dejar la boca del otro, cuando
se separaron por fin tan solo se miraron a los ojos, Alan olvido todas sus
dudas y remordimientos, ella era la indicada, era la mujer perfecta para él,
desde siempre una parte de su corazón lo sabía y su cuerpo se lo confirmo.
-Te
amo pequeña mía- No pudo contener las enormes ganas de abrazarla y retenerla a su lado,
parar el tiempo y quedarse junto a ella para siempre eran su mayor deseo,
respiro lentamente absorbiendo el olor de su suave cabello, ella se separó unos
centímetros de su piel y dejo un suave beso sobre su corazón mientras le decía
cuanto lo amaba y cuán importante era para ella, él solo dejo que esas palabras
se instalaran en lo profundo de su ser llenándolo por unos instantes de dicha y
felicidad pero más rápido de lo que pudo pensar su subconsciente lo devolvía a
la realidad, dejo un suave beso en su frente y se levantó de la cama lentamente
dándole la espalda, tomando la más dolorosa decisión pero la mejor para los
dos, no sabía que decir, ¿cómo afrontar la separación cuando ella era el amor
de su vida?.
Anne no entendía el
porqué de su reacción intento tocarlo pero su cuerpo estaba rígido como si
tratara de controlarse, ella gateo sobre la cama hasta quedar junto a él pero
rápidamente se levantó cuando la sintió cerca suyo, ese movimiento rompió su
corazón un poco más, ella no sabía que hacer así que intentando infundirse
valor tomando una de las sabanas y tapando su cuerpo desnudo, se paró frente a
él, tomo su rostro en sus manos y pudo ver la gran determinación que poco a
poco se reflejaba en sus duras facciones, sin que dijera nada ella sabía la
decisión que había tomado, era solo cuestión de tiempo pero nunca pensó que el
momento de decir adiós llegaría tan pronto, lentamente soltó su rostro y todo
estaba claro, la dejaría, ella ahogo un grito y un gemido lastimero antes de
girarse e intentar abandonar ese maldito lugar para siempre, “joder Anne es
obvio, él no te ama sus palabras ha sido un puto engaño para poderte follar
como se le diera la gana” se repetía mientras intentaba que sus pies se
movieran más rápido, entro al cuarto donde tenía todo lo que había comprado
para ella, intento respirar y controlar las malditas ganas de llorar, no
entendía como pudo ser tan ingenua al pensar que él dejaría a su bella mujer y
a sus hijos por una tonta jovencita que intento jugar a ser la perfecta sumisa
para él, enojada tomo su ropa, su verdadera ropa, nada de tacones o prendas
sexys, por una vez deseo poder sentirse como la antigua Anne, la que dejo su
pueblo y su familia para ir a New York y ser la mejor abogada defensora, pero
tan solo termino siendo la puta de su mentor, ella rio amargamente mientras
acababa de vestirse y salía como un bólido, un fuerte agarre en su brazo detuvo
su andar y por primera vez en meses enfrento su mirada sin un ápice de respeto,
en cambio mostro todo el dolor y frustración que ahora recorría todo su cuerpo,
dio un fuerte jalón soltándose de su agarre y se cruzó de brazos enfrentándolo.
-Para
esto de una vez Alan, por favor, ya lo entendí todo, el juego acabo, okey, lo
entiendo, ten por seguro que nunca diré nada, ahora, solo déjame ir ve y busca
a otra muchachita a la cual puedas follar y engañar porque yo ya no aguanto más
esto- Alan abrió exageradamente sus ojos al verla tan herida pero decidida a
la vez, y solo pudo cerrar los ojos para dejar de ver a su pequeña tan herida.
-Sabes
bien que esto nunca fue un juego, cada palabra, cada sentimiento fue sincero,
pero todo es complicado, yo no deseo a nadie más que a ti- ella
negaba, no deseaba ir sus mentiras, sabía bien que si lo escuchaba caería en
sus redes una vez más y solamente seguiría siendo la otra, a la que se tira
tres veces a la semana para complacer sus deseos de someter a alguien más.
-Yo
me canse de ser tu puta, te mostré sumisión, respeto y a cambio que recibí,
tener el puesto de la otra, a la que vienes varias veces a la semana, la follas
como se te antoja y luego te largas con tu mujer a seguir fingiendo ser la
perfecta familia- no pudo contener más el dolor, se sentía
usada, traicionada, pero sobretodo tenía su corazón hecho pedazos, un torrente
de lágrimas salieron de sus ojos pero inmediatamente las limpio para hacerle
frente a ese hombre, ella alzo la mano para detenerlo antes de que hablara o
siquiera pensara en acercarse.
–No
más Alan deja de verme como si te interesara en lo más mínimo, yo… yo siempre
fui sincera, te amé, te amo y te amare cada día de mi vida eso lo sabes pero no
por eso debo estar siempre en las sombras esperando el momento en que el amo
decida venir por mí, puedo sonar egoísta pero yo no tengo porque esconder esto
que siento, joder amar no es un pecado!!!!!, ¿por qué debo esconder lo que
siento?, dímelo! – no pudo evitar gritar la frustración
llenaba cada parte de su ser pero antes de si quiera dejar que él organizara
una oración clavo sus ojos en los de él dejándolo completamente helado.
-Sabes,
no digas nada que yo sé muy bien la respuesta, porque eres casado, porque yo
simplemente fui la otra, con la que te revolcaste para saciar tu sed de
dominación ya que tú mujercita es una señora refinada y estirada que si la
jodes así se manchara y te tildara de enfermo, pero sabes deja que la sumisa le
dé un consejo al amo, el día que enfrentes en verdad lo que eres y dejes de
estar tras esa fachada de esposo ideal que le encanta el sexo tradicional y
vainilla podrás ser feliz- vio cómo iba a replicar y ella solo negó
pidiéndole silencio, su rostro lleno de dolor la hirió mucho más pero era
momento de que por una vez en la vida él la escuchara, no como su sumisa sino
como Anne.
-En
realidad a mí no me debes una sola explicación pero respóndete lo siguiente
¿enserio tienes las suficientes agallas para afrontar la vida? ¿Crees que
podrás vivir el resto de tu vida en la burbuja de mentiras que has creado para
agradarle a los demás?, no quiero que digas nada, piensa las cosas, por lo que
se de ti y este mundo, esto no es pecado, la vida es solo una Alan y si la
vives a medias el día en que debamos partir nos arrepentiremos por no haberla
disfrutado, se bien que soy joven pero gracias a ti madure y logre ver que hay
muchas más cosas allá afuera, pero nuestro tiempo ha acabado por ahora, te
deseo que seas feliz pero sobre todo espero que puedas arreglar toda esa maraña
de pensamientos que día a día consumen tu cabeza, eres muy joven para que sigas
llenando tu vida de dolor- lentamente
ella se acercó y dejo un suave y casto beso en sus labios, ya estaba decidida,
tan pronto como llegara el lunes enviaría su renuncia al bufet y regresaría a
casa con su familia, intentaría curar un poco su corazón y luego retomaría su
vida, ya vería que sería de su trabajo pero por ahora lo mejor era poner
distancia entre ese hermoso hombre y ella, salió sin mirar atrás las cosas eran
mejor así, tomo un taxi, al llegar a su apartamento tan solo pudo despojarse de
su ropa y se dejó caer en la cama hecha un ovillo, en ese lugar bajo la
penumbra dejo salir todo el dolor, las lágrimas nublaron su vista y su garganta
se desgarro por el grito que pego, su mundo se había venido abajo, sus
ilusiones quedaron hechas pedazos, no supo cuánto lloro, si era día o noche
cuando el dolor la sumió en un profundo sueño de pesadillas y recuerdos
tormentosos.
Relato creado por Paola Amado Tusso
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